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Ella se miró al espejo, y al hacerlo pudo ver reflejada dentro de su propia mirada toda la belleza de los árboles que le alegraron la existencia en su más tierna infancia, también, dentro de sus pupila vió reflejado todo el amor que le dió su madre en aquellos días de infancia, en que los únicos monstruos que le quitaban el sueño eran los que se encontraban ocultos debajo de la cama.
Sin embargo, de momento el espejo cambió su apariencia apacible, y se se empañó en un momento, convirtiéndose en un nebuloso mar de sombras. Sí, sombras que pusieron frente a sus ojos de nuevo todo el resentimiento que se había ido albergando dentro de su corazón a lo largo de su joven vida, acompañado de las lágrimas de frustración que le habían hecho compañía en tantas noches de insomio.
El mar de sombras parecía agitarse un poco más a cada segundo, hasta que se comenzó a salir del espejo, tratándose de meter dentro de los ojos de ella.
Por unos minutos, que parecieron una eternidad, luchó con todas las fuerzas de su alma, hasta que finalmente cayó el espejo con fuerza al suelo, rompiéndose en una infinidad de pequeños fragmentos que dejaron escapar a las sombras antes de que éstas se perdieran para siempre en el aire.
Ella sonrió, sabiendo que deshacerse de una carga tan pesada, era el primer paso para comenzar a cambiar su futuro.